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2025

Martes | 24 de Junio


Lectura apostólica

Por el precursor.

Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos.

Rm. 13:11-14; 14:1-4

Hermanos, la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada; el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Vivamos con decoro, como en pleno día: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revístanse más bien del Señor Jesús Cristo, y no anden tratando de satisfacer las malas inclinaciones de la naturaleza humana. Acojan al que es débil en la fe, sin discutir sus opiniones. Alguien puede creer que tiene derecho a comer de todo, mientras que el débil no come más que verduras. El que come de todo no debe despreciar al que no come; y el que no come tampoco debe juzgar al que come, pues Dios también lo ha acogido. ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Que se mantenga en pie o que caiga sólo interesa a su amo; pero quedará en pie, pues poderoso es el Señor para sostenerlo. [BJ-SAOGM]

Evangelio

Por el precursor.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

Lc. 1:1 – 25, 57 – 68, 76 – 80

Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta en todos los mandamientos y preceptos del Señor. no tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el grupo de su turno, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo Zacarías, se sobresaltó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y convertirá al Señor su Dios a muchos de los hijos de Israel e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.» Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer de avanzada edad.» El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Mira, por no haber creído mis palabras, que se cumplirán a su tiempo, vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas.» El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de que tardara tanto en el Santuario. Cuando salió no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas y permaneció mudo. Una vez cumplidos los días de su servicio se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel y estuvo durante cinco meses encerrada diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre la gente.» Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Al octavo día fueron a circuncidar al niño y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan.» Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.» Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamara. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciéndose: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo y profetizó diciendo: «Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo el conocimiento de la salvación mediante el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de lo alto, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.» El niño crecía y su espíritu se fortalecía y vivió en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel. [BJ-SAOGM]

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Sinasario

Del menaion.

El 24 de junio celebramos la natividad del venerable y glorioso profeta, precursor y bautista Juan.

Por sus santas intercesiones, Cristo Dios, ten piedad de nosotros. Amén.

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Normas de Ayuno

Hoy toda clase de comida es permitida.