2025
Jueves | 17 de Abril
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LA PROFECÍA
LECTOR
Proquímeno. Tono 1.
Salmo 82 (83)
Sepan que tu nombre es el Señor.
Oh Dios, ¿quién será semejante a ti? [BASJ]
Lectura de la profecía de Jeremías.
SACERDOTE
¡Sabiduría! ¡Atendamos!
LECTOR
Jr. (11:17-23; 12:1-5, 9-11, 14-15)
Yahvé me lo hizo saber, y me enteré de ello. Entonces me descubriste, Yahvé, sus maquinaciones. Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que contra mí tramaban maquinaciones: «Destruyamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse.» ¡Oh Yahvé Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he manifestado mi causa. Y en efecto, así dice Yahvé tocante a los de Anatot, que buscan mi muerte diciendo: «No profetices en nombre de Yahvé, y no morirás a nuestras manos». Por eso así dice Yahvé Sebaot: He aquí que yo les voy a visitar. Sus mancebos morirán por la espada, sus hijos e hijas morirán de hambre, y no quedará de ellos ni reliquia cuando yo traiga la desgracia a los de Anatot, el año en que sean visitados. Tú llevas la razón, Yahvé, cuando discuto contigo, no obstante, voy a tratar contigo un punto de justicia. ¿Por qué tienen suerte los malos, y son felices todos los felones? Los plantas, y enseguida arraigan, van a más y dan fruto. Cerca estás tú de sus bocas, pero lejos de sus riñones. En cambio a mí ya me conoces, Yahvé; me has visto y has comprobado que mi corazón está contigo. Llévatelos como ovejas al matadero, y conságralos para el día de la matanza. (¿Hasta cuándo estará de luto la tierra y la hierba de todo el campo estará seca? Por la maldad de los que moran en ella han desaparecido bestias y aves.) Porque han dicho: «No ve Dios nuestros senderos.» - Si con los de a pie corriste y te cansaron, ¿cómo competirás con los de a caballo? Y si en tierra abierta te sientes seguro. ¿Qué harás entre el boscaje del Jordán? ¿Es por ventura un pájaro pinto mi heredad? Las rapaces merodean sobre ella. ¡Anden, júntense, fieras todas del campo: vayan al yantar! Entre muchos pastores destruyeron mi viña, hollaron mi heredad, trocaron mi mejor campo en un yermo desolado. La convirtieron en desolación lamentable, en inculta para mí. Totalmente desolado está todo el país porque no hay allí nadie que lo sienta. Así dice Yahvé: En cuanto a todos los malos vecinos que han tocado la heredad que di en precio a mi pueblo Israel, he aquí que yo los arranco de su solar. (Y a la casa de Judá voy a arrancarla de en medio de ellos.) Pero luego de haberlos arrancado, me volveré y les tendré lástima, y les haré retornar, cada cual a su heredad y a su tierra. [SAOGM]
Proquímeno. Tono 6 (plagal 2).
Salmo 75 (76)
Hagan votos al Señor, su Dios, y cúmplanlos.
Dios es conocido en Judá. [BJ-SAOGM]
Lecturas de Vísperas
LECTOR
Proquímeno. Tono 1.
Salmo 139 (140)
Líbrame, Señor, del hombre malvado.
De los que traman maldades en su interior. [BJ-SAOGM]
Lectura del libro del Éxodo.
DIÁCONO
¡Sabiduría! ¡Atendamos!
LECTOR
Ex. 19:10-19
El Señor dijo a Moisés: “Ve al pueblo y que se purifiquen hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día; porque el tercer día descenderá el Señor sobre el monte Sinaí a la vista de todo el pueblo. Señala un límite alrededor del monte, y di: Guardaos de subir al monte o de tocar su falda. Quien toque el monte morirá. Nadie pondrá la mano sobre el culpable; será apedreado o asaeteado, sea hombre o animal; no quedará con vida. Sólo cuando suene el cuerno podrán subir al monte.” Moisés bajó del monte, adonde estaba el pueblo, lo purificó y ellos lavaron sus vestidos. Y dijo al pueblo: “Estad preparados para el tercer día; no os acerquéis a vuestra mujer” El tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un fuerte sonido de trompeta. Todo el pueblo, en el campamento, se echó a temblar. Moisés hizo salir al pueblo del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en el fuego. Subía el humo como el de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno. [CA-SAOGM]
Proquímeno. Tono 7 (grave).
Salmo 58 (59)
Líbrame de mis enemigos, Dios mío.
Líbrame de los malhechores. [BJ-SAOGM]
Lectura del libro de Job.
DIÁCONO
¡Sabiduría! ¡Atendamos!
LECTOR
Jb. 38:1-21; 42:1-5
El Señor se dirigió a Job desde la tormenta: ¿Quién es éste que denigra mi designio diciendo tales desatinos? Si eres valiente, cíñete los lomos: te voy a preguntar y tú me instruirás. ¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra? Dilo, si tanto sabes y entiendes. ¿Sabes quién fijó sus medidas, o quién la midió a cordel? ¿Dónde se asientan sus bases? ¿Quién puso su piedra angular entre el vocerío de los luceros del alba y las aclamaciones de los Hijos de Dios? ¿Quién cerró el mar con compuertas, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le ponía nubes por mantillas, nubes tormentosas por pañales, cuando le marcaba las lindes poniendo puertas y cerrojos? Le dije: “Hasta aquí llegarás, no pasarás, aquí se estrellará el orgullo de tus olas”. ¿Alguna vez has mandado a la mañana o asignado su puesto a la aurora, para que agarre a la tierra por los bordes y sacuda de ella a los malvados, para que tome forma como arcilla de sello, y quede coloreada como un vestido, para que niegue a los malvados su luz y quede roto el brazo sublevado? ¿Has entrado hasta las fuentes del mar?, ¿has paseado por el fondo del Abismo? ¿Te han enseñado las puertas de la Muerte?, ¿has visto las puertas del país de las Sombras? ¿Tienes idea de las dimensiones de la tierra? Dilo, si todo lo sabes. ¿Por dónde habita la luz?, ¿dónde viven las tinieblas? ¿Podrías llevarlas a su tierra, indicarles el camino de su casa? Lo sabrás, ¡pues ya habías nacido y tienes tantísimos años! : Job respondió al Señor: Me doy cuenta que todo lo puedes, que eres capaz de cualquier proyecto. Dijiste: “¿Quién es éste que vela mi designio con razones carentes de sentido?”. Sí, hablé sin pensar de maravillas que me superan y que ignoro. (Escucha y déjame hablar, Te voy a preguntar y Tú me instruirás). Sólo de oídas Te conocía, pero ahora Te han visto mis ojos. [CA-SAOGM]
LECTOR
Lectura de la profecía de Isaías.
DIÁCONO
¡Sabiduría! ¡Atendamos!
LECTOR
Is. 50:4-11
El Señor Dios me ha dado lengua dócil, que sabe decir al cansado palabras de aliento. Temprano, temprano despierta mi oído para escuchar, igual que los discípulos. El Señor Dios me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás. Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos. Pues que el Señor habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse mi cara como el pedernal, a sabiendas de que no quedaría avergonzado. Cerca está el que me justifica: ¿quién disputará conmigo? Presentémonos juntos: ¿quién es mi demandante?, ¡que se llegue a mí! He aquí que el Señor Dios me ayuda: ¿quién me condenará? Pues todos ellos como un vestido se gastarán, la polilla se los comerá. El que de entre vosotros tema al Señor oiga la voz de Su Siervo. El que anda a oscuras y carece de claridad confíe en el Nombre del Señor y apóyese en su Dios. ¡Oh vosotros, todos los que encendéis fuego, los que sopláis las brasas! Id a la lumbre de vuestro propio fuego y a las brasas que habéis encendido. Esto os vendrá de mi mano: en tormento yaceréis. [CA-SAOGM]
Lectura apostólica
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios.
1 Co. 11:23-32
Hermanos, yo recibí del Señor lo que os transmití: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan, dando gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.” Asimismo tomó el cáliz después de cenar, diciendo: “Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en memoria mía.” Pues cada vez que comáis este pan y bebáis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condena. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos achacosos, y mueren no pocos. Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos castigados. Mas, al ser castigados, somos corregidos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. [CA-SAOGM]
Evangelio
Gran Jueves Santo
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
(San Mateo 26:1-20; San Juan 13:3-17; San Mateo 26:21-39; San Lucas 22:43-44; San Mateo 26:40-75; 27:1-2)
Cuando Jesús terminó todos estos discursos, dijo a sus discípulos: «Ustedes saben que la Pascua cae dentro de dos días, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.» Por entonces, los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías se reunieron en el palacio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con artimaña y darle muerte. Pero se decían: «No será durante la fiesta, para que el pueblo no se alborote.» Jesús se encontraba en Betania, en casa de Simón el leproso. Se acercó a él una mujer mientras estaba a la mesa, con un frasco de mármol precioso lleno de un perfume muy caro, y se lo derramó en la cabeza. Al ver esto, los discípulos protestaban: «¿Para qué tanto derroche? Este perfume se podía haber vendido muy caro, para ayudar a los pobres.» Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿Por qué molestan a esta mujer? Lo que ha hecho conmigo es realmente una buena obra. Siempre tienen a los pobres con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre. Al derramar este perfume sobre mi cuerpo, ella preparaba mi entierro. En verdad les digo: dondequiera que se proclame el Evangelio, en todo el mundo, se contará también su gesto, y será su gloria.» Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, se presentó a los jefes de los sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?» Ellos prometieron darle treinta monedas de plata. Y a partir de ese momento, Judas andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la Fiesta en que se comía el pan sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que preparemos la comida de la Pascua?» Jesús contestó: «Vayan a la ciudad, a casa de tal hombre, y díganle: El Maestro te manda decir: Mi hora se acerca y quiero celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa.» Los discípulos hicieron tal como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Llegada la tarde, Jesús se sentó a la mesa con los Doce. Jesús dijo, «Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo. En verdad les digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía. Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en práctica.» Y mientras comían, les dijo: «En verdad les digo: uno de ustedes me va a traicionar.» Se sintieron profundamente afligidos, y uno a uno comenzaron a preguntarle: «¿Seré yo, Señor?» El contestó: «El que me va a entregar es uno de los que mojan su pan conmigo en el plato. El Hijo del Hombre se va, como dicen las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor para él no haber nacido!» Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó también: «¿Seré yo acaso, Maestro?» Jesús respondió: «Tú lo has dicho.» Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman; esto es mi cuerpo.» Después tomó una copa, dio gracias y se la pasó diciendo: «Beban todos de ella: esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por una muchedumbre, para el perdón de sus pecados. Y les digo que desde ahora no volveré a beber del zumo de cepas, hasta el día en que lo beba nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre.» Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: «Todos ustedes caerán esta noche: ya no sabrán qué pensar de mí. Pues dice la Escritura: Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección iré delante de ustedes a Galilea.» Pedro empezó a decirle: «Aunque todos tropiecen, yo nunca dudaré de ti.» Jesús le replicó: «Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.» Pedro insistió: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré». Y los demás discípulos le aseguraban lo mismo. Llegó Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí, mientras yo voy más allá a orar.» Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Y les dijo: «Siento una tristeza de muerte. Quédense aquí conmigo y permanezcan despiertos.» Fue un poco más adelante y, postrándose hasta tocar la tierra con su cara, oró así: «Padre, si es posible, que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Entonces se le apareció un ángel del cielo para animarlo. Entró en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo. Volvió donde sus discípulos, y los halló dormidos; y dijo a Pedro: «¿De modo que no pudieron permanecer despiertos ni una hora conmigo? Estén despiertos y recen para que no caigan en la tentación. El espíritu es animoso, pero la carne es débil.» De nuevo se apartó por segunda vez a orar: «Padre, si esta copa no puede ser apartada de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.» Volvió otra vez donde los discípulos y los encontró dormidos, pues se les cerraban los ojos de sueño. Los dejó, pues, y fue de nuevo a orar por tercera vez repitiendo las mismas palabras. Entonces volvió donde los discípulos y les dijo: «¡Ahora pueden dormir y descansar! Ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. ¡Levántense, vamos! El traidor ya está por llegar.» Estaba todavía hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce. Iba acompañado de una chusma armada con espadas y garrotes, enviada por los jefes de los sacerdotes y por las autoridades judías. El traidor les había dado esta señal: «Al que yo dé un beso, ése es; arréstenlo.» Se fue directamente donde Jesús y le dijo: «Buenas noches, Maestro.» Y le dio un beso. Jesús le dijo: «Amigo, haz lo que vienes a hacer.» Entonces se acercaron a Jesús y lo arrestaron. Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al sirviente del sumo sacerdote, cortándole una oreja. Entonces Jesús le dijo: «Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada, perecerá por la espada. ¿No sabes que podría invocar a mi Padre y él, al momento, me mandaría más de doce ejércitos de ángeles? Pero así había de suceder, y tienen que cumplirse las Escrituras.» En ese momento, Jesús dijo a la gente: «A lo mejor buscan un ladrón y por eso salieron a detenerme con espadas y palos. Yo sin embargo me sentaba diariamente entre ustedes en el Templo para enseñar, y no me detuvieron. Pero todo ha pasado para que así se cumpliera lo escrito en los Profetas.» Entonces todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron. Los que tomaron preso a Jesús lo llevaron a casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los maestros de la Ley y las autoridades judías. Pedro lo iba siguiendo de lejos, hasta llegar al palacio del sumo sacerdote. Entró en el patio y se sentó con los policías del Templo, para ver en qué terminaba todo. Los jefes de los sacerdotes y el Consejo Supremo andaban buscando alguna declaración falsa contra Jesús, para poderlo condenar a muerte. Pero pasaban los falsos testigos y no se encontraba nada. Al fin llegaron dos que declararon: «Este hombre dijo: Yo soy capaz de destruir el Templo de Dios y de reconstruirlo en tres días.» Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y preguntó a Jesús: «¿No tienes nada que responder? ¿Qué es esto que declaran en contra tuya?» Pero Jesús se quedó callado. Entonces el sumo sacerdote le dijo: «En el nombre del Dios vivo te ordeno que nos contestes: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?» Jesús le respondió: «Así es, tal como tú lo has dicho. Y yo les digo más: a partir de ahora ustedes contemplarán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Dios Todopoderoso, y lo verán venir sobre las nubes del cielo.» Entonces el sumo sacerdote se rasgó las ropas, diciendo: «¡Ha blasfemado! ¿Para qué necesitamos más testigos? Ustedes mismos acaban de oír estas palabras blasfemas. ¿Qué deciden ustedes?» Ellos contestaron: «¡Merece la muerte!» Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas, mientras otros lo golpeaban diciéndole: «Mesías, ¡adivina quién te pegó!» Mientras Pedro estaba sentado fuera, en el patio, se le acercó una sirvienta de la casa y le dijo: «Tú también estabas con Jesús de Galilea.» Pero él lo negó delante de todos, diciendo: «No sé de qué estás hablando.» Y como Pedro se dirigiera hacia la salida, lo vio otra sirvienta, que dijo a los presentes: «Este hombre andaba con Jesús de Nazaret.» Pedro lo negó por segunda vez, jurando: «Yo no conozco a ese hombre.» Un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Sin duda que eres uno de los galileos: se nota por tu modo de hablar.» Entonces Pedro empezó a proferir maldiciones y a afirmar con juramento que no conocía a aquel hombre. Y en aquel mismo momento cantó un gallo. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y saliendo fuera, lloró amargamente. Al amanecer, todos los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías celebraron una reunión para decidir la manera de hacer morir a Jesús. Luego lo ataron y lo llevaron para entregárselo a Pilato, el gobernador. [SAOGM]
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Sinasario
Del menaion.
El 17 de abril conmemoramos al santo hieromártir Simeón, obispo de Persia, y a los que estaban con él: Abdecalas el presbítero, Gotazat, Fusik, y otros 1,150 mártires.
Del Triodio.
En el Santo y Gran Jueves los santos Padres tuvieron por bien ordenar que se den intercambios de la lectura Apostólica y el Santo Evangelio que siga celebrando 4 fiestas; El Santo Lavatorio, La Cena Mística, La Oración Suprema y su Traición.
Stijos del lavatorio de los pies
Por la tarde, lava los pies de sus discípulos Dios cuyos pies pisaron en el Edén de antaño.
Stijos de la cena mística
Doble es la cena: porque es la Pascua de la ley, y es la Nueva Pascua, el Cuerpo y la Sangre del Maestro.
En tu oración, oh maestro, mostraste temor. Y que grandes gotas de sangre caigan de Tu rostro. Aparentemente para evitar la muerte, pero engañando así al enemigo.
Stijos de la traición
¿Qué necesidad tienen de espadas y palos, oh engañadores de los pueblos? ¿Para dar muerte a Aquel que es celoso de redimir al mundo?
Por tu inefable compasión, oh Cristo Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén.
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Normas de Ayuno
Ayuno estricto. Nos abstenemos de consumir todo tipo de carne, pescados, aceite, vino, productos lácteos, y huevos.
Es Semana Santa.