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2025

Miércoles | 26 de Febrero


Lectura apostólica

Por la santa.

Lectura de la segunda carta de san Pablo a los Corintios.

2 Co. 4:1-12

Por esto, investidos de este ministerio por la misericordia de Dios, no desfallecemos. Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso, evitando proceder con astucia o falsear la palabra de Dios; al contrario, al manifestar la verdad, nos recomendamos a toda conciencia humana delante de Dios. Y si todavía se piensa que nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos. El dios de este mundo cegó a éstos su entendimiento, para impedir que vean el resplandor del glorioso Evangelio de Cristo, que es imagen de Dios. No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo ‘Del seno de las tinieblas brille la luz’ la ha hecho brillar en nuestras mentes, para iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios, que brilla en el rostro de Cristo. Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro, para que se vea claramente que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Vivimos siempre apretados, pero no aplastados; apurados, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no rematados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos, por todas partes, la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente expuestos a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, pero en ustedes la vida. [BJ-SAOGM]

Evangelio

Por la santa.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

Jn. 4:5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca de la heredad que Jacob legó a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que estaba cansado de tanto andar, se había sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llegó entonces una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo: «Dame de beber.» (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.) La samaritana le respondió: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer de Samaría?» (Es que los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y supieras quién es el que te dice ‘Dame de beber’, tú se lo habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» Contestó la mujer: «Señor, el pozo es hondo y no tienes con qué sacarla; ¿cómo es que tienes esa agua viva? ¿Te crees más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?» Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé no tendrá sed jamás, pues el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» Le dijo la mujer: «Señor, dame de esa agua, para no volver a tener sed y no tener que venir aquí a sacarla.» Él le contestó: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.» La mujer le dijo: «No tengo marido.» Jesús le respondió: «Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco, y el que ahora tienes no es marido tuyo. En eso has dicho la verdad.» La mujer replicó: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que el lugar donde se debe adorar es Jerusalén.» Jesús le contestó: «Créeme, mujer, que llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran deben adorar en espíritu y verdad.» Le dijo la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo desvelará todo.» Jesús le respondió: «Yo soy, el que está hablando contigo.» En esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de que hablara con una mujer. Pero nadie le preguntó qué quería o qué hablaba con ella. La mujer, dejando su cántaro, corrió al pueblo y dijo a la gente: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?» Salieron del pueblo y se encaminaron hacia él. Entretanto, los discípulos le insistían: «Rabbí, come.» Pero él replicó: «Yo tengo para comer un alimento que ustedes no saben.» Los discípulos se decían entre sí: «¿Le habrá traído alguien de comer?» Jesús les dijo: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. ¿No dicen ustedes: ‘Cuatro meses más y llega la siega’? Pues bien, yo les digo: Alcen sus ojos y vean los campos, que amarillean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador. Y en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador: yo les he enviado a segar donde ustedes no se han fatigado. Otros se fatigaron y ustedes se aprovechan de su fatiga.» Muchos samaritanos de aquel pueblo creyeron en él por las palabras de la mujer, que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho.» Cuando llegaron a él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y Jesús se quedó allí dos días. Fueron muchos más los que creyeron por sus palabras, y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.» [BJ-SAOGM]

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Normas de Ayuno

Alimentos permitidos: lácteos, huevos, pescado, aceite y vinos. Prohibido: todo tipo de carne.

Es la tercera semana del Triodio.