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2025

Martes | 18 de Febrero


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Lecturas del Ciclo Regular

Lectura apostólica

Martes de la trigésimo quinta semana

Lectura de la primera carta universal de san Juan.

1 Jn. 3:9 – 22

Hermanos, quien ha nacido de Dios no peca, porque su germen mora en él; es decir, no puede pecar porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: quien no hace lo que es justo no es de Dios, y quien no ama a su hermano, tampoco. Segunda condición: guardar los mandamientos, sobre todo el de la caridad. Pues éste es el mensaje que oyeron desde el principio: que nos amemos unos a otros. No como Caín, que, al ser del Maligno, mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, mientras que eran justas las obras de su hermano. No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama está instalado en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino; y saben que ningún asesino posee vida eterna en sí mismo. En una cosa hemos conocido qué es el amor: en que él dio su vida por nosotros. Así que también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes materiales ve que su hermano está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede residir en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra, sólo con la boca, sino con obras y según la verdad. En esto sabremos que somos de la verdad, y tendremos nuestra conciencia tranquila ante él, aunque nuestra conciencia nos condene, pues Dios, que lo sabe todo, está por encima de nuestra conciencia. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos confianza total en Dios, y obtendremos de él todo lo que le pidamos. [BJ-SAOGM]

Evangelio

Martes de carnes

Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

Mc. 14:10-42

En aquel tiempo, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. A partir de entonces anduvo buscando el momento oportuno para entregarlo. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?» Entonces, envió a dos de sus discípulos con este encargo: «Vayan a la ciudad. Les saldrá al paso un hombre con un cántaro de agua; síganle, y verán que entra en una casa. Digan entonces al dueño: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?’ Él les enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; hagan allí los preparativos para nosotros.» Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua. Al atardecer, llegó él con los Doce. Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo les aseguro que uno de ustedes, que está comiendo conmigo, me entregará.» Ellos empezaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro: «¿Acaso soy yo?» Él les dijo: «Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. Ciertamente el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le habría valido a ese hombre no haber nacido!» Mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió, se lo dio y dijo: «Tomen, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, después de dar las gracias, se la pasó, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. Yo les aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba, nuevo, en el Reino de Dios.» Una vez que cantaron los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Jesús les dijo: «Todos van a escandalizarse, pues está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de ustedes a Galilea.» Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no.» Jesús le contestó: «Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.» Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no pienso negarte.» Lo mismo dijeron todos. Fueron a una propiedad, llamada Getsemaní, y dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí, mientras yo hago oración.» Tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Les dijo entonces: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quédense aquí y velen.» Él se adelantó un poco, cayó en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Decía: «¡Abbá, Padre!, todo es posible para ti; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Volvió después y los encontró dormidos. Dijo entonces a Pedro: «Simón, ¿ya estás dormido?, ¿ni una hora has podido velar? Velen y oren, para que no caigan en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.» Y alejándose de nuevo, oró diciendo las mismas palabras. Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados. Ellos no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo: «Ahora ya pueden dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos! Miren, el que me va a entregar está cerca.» [BJ-SAOGM]


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Sinasario

Del menaion.

El 18 de febrero conmemoramos a nuestro padre entre los santos León, papa de Roma.

Por las intercesiones de tu santos, oh Dios, ten piedad de nosotros. Amén.

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Normas de Ayuno

Hoy toda clase de comida es permitida.