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2024

Jueves | 3 de Octubre


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Lectura apostólica

Por el hieromártir.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

Hch. 17:16-34

Por aquellos días, mientras Pablo les esperaba en Atenas, sentía indignación en su interior al ver la ciudad llena de ídolos. Discutía en la sinagoga con los judíos y con los que adoraban a Dios; y lo mismo hacía diariamente en el ágora con los que por allí se encontraban. Trababan también conversación con él algunos filósofos epicúreos y estoicos. Unos decían: «¿Qué querrá decir este charlatán?» Otros comentaban: «Parece ser un predicador de divinidades extranjeras.» Lo decían porque anunciaba a Jesús y hablaba de la resurrección. Un día lo tomaron consigo y lo llevaron al Areópago. Una vez allí, le preguntaron: «¿Podemos saber cuál es esa nueva doctrina que tú expones? Es que te oímos decir cosas extrañas y querríamos saber qué significan.» Todos los atenienses y los forasteros que residían allí sólo sabían pasar el tiempo contando u oyendo la última novedad. Pablo, de pie en medio del Areópago, comenzó así: «Atenienses, veo que ustedes son, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar sus monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: ‘Al Dios desconocido.’ Pues bien, vengo a anunciarles lo que adoran sin conocer. «El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por mano de hombres; ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado él, que a todos da la vida, el aliento y demás cosas. Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la tierra, y fijó los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen a la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban. Pero no pensemos que se encuentra lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de ustedes: ‘Porque somos también de su linaje.’ Si somos, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea algo semejante al oro, la plata o la piedra, modelados por el arte y el ingenio humanos. Dios, pues, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, anuncia ahora a los hombres que todos y en todas partes deben convertirse, porque ha fijado el día en que va a juzgar al mundo según justicia, por medio del hombre que ha destinado, y del que ha dado garantía ante todos al resucitarlo de entre los muertos.» Al oír que mencionaba la resurrección de los muertos, algunos se burlaron de él, y otros dijeron: «Sobre esto ya te oiremos otra vez.» Entonces Pablo los dejó allí y se marchó. Pero algunas personas se adhirieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio Areopagita, una mujer llamada Damaris y algunos otros junto con ellos. [BJ-SAOGM]

Evangelio

Jueves de la Tercera Semana de Lucas

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

Lc. 7:17-30

En aquel tiempo, lo que se decía de Jesús se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina. Los discípulos de Juan le llevaron todas estas noticias. Entonces él, llamando a dos de ellos, los envió a preguntar al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» Aquellos hombres se acercaron a él y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte si eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro.» En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Después les dijo: «Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva. ¡Y dichoso aquel a quien yo no le sirva de escándalo!» Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salieron a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Desde luego que sí, y más que un profeta. De éste es de quien está escrito: Voy a enviar a mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino. Les digo que, entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.» Toda la gente que le escuchó, incluso los publicanos, reconocieron la salvación que Dios les ofrecía y se hicieron bautizar con el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar su bautismo, frustraron el plan que Dios tenía para con ellos. [BJ-SAOGM]

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Sinasario

Del menaion.

El 3 de octubre conmemoramos al santo hieromártir Dionisio el Aeropagita.

Por las intercesiones de tus santos, oh Dios, ten misericordia de nosotros. Amén.

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Normas de Ayuno

Hoy toda clase de comida es permitida.