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2024

Jueves | 12 de Septiembre


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Lectura apostólica

Jueves de la duodécima semana

Lectura de la segunda carta de san Pablo a los Corintios.

2 Co. 7:1-10

Hermanos, debemos purificarnos de toda mancha, tanto en el cuerpo como en el espíritu, consumando nuestra santificación en el temor de Dios. Hágannos sitio en sus corazones. A nadie hemos ofendido; a nadie hemos arruinado; a nadie hemos explotado. No les digo esto con ánimo de condenarlos. Pues acabo de decirles que en vida y muerte están unidos en mi corazón. Tengo franqueza para hablarles; estoy muy orgulloso de ustedes. Me siento muy animado y rebosante de alegría, a pesar de todas nuestras tribulaciones. Efectivamente, tras llegar a Macedonia, no tuvimos sosiego alguno, sino toda suerte de tribulaciones: por fuera, luchas; por dentro, temores. Pero el Dios que consuela a los abatidos nos consoló con la llegada de Tito. Pero no fue sólo su llegada, sino también el consuelo que le habían proporcionado, al decirle que me echan de menos y transmitirle su pesar y su preocupación por mí. Estas noticias me llenaron de alegría. Porque no me pesa haberlos entristecido con mi carta. Y si entonces me pesó —sé que aquella carta los entristeció, aunque sólo fuera por un momento—, ahora me alegro. No por haberlos entristecido, sino porque aquella tristeza desembocó en arrepentimiento. Pues se entristecieron de cara a Dios, de manera que no han sufrido perjuicio alguno de nuestra parte. En efecto, la tristeza de cara a Dios produce un irreversible arrepentimiento para la salvación; en cambio, la tristeza meramente mundana desemboca en la muerte. [BJ-SAOGM]

Evangelio

Por la pre-fiesta.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

Jn. 11:47-54

En aquel tiempo, los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y se preguntaban: «¿Qué hacemos? Es cierto que este hombre realiza muchos signos. Si le dejamos que siga así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote aquel año, les dijo: «Ustedes no saben nada, ni caen en la cuenta de que conviene que muera uno solo por el pueblo, y así no perezca toda la nación.» Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación — y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde ese día, se pusieron de acuerdo para matarlo. Por eso, Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró a la región cercana a la estepa, a un pueblo llamado Efraín, donde se estableció con sus discípulos. [BJ-SAOGM]

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Sinasario

Del menaion.

El 12 de septiembre conmemoramos al santo mártir Autónomo.

Por las intercesiones de tus santos, oh Dios, ten misericordia de nosotros. Amén.

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Normas de Ayuno

Hoy toda clase de comida es permitida.